Todos los análisis describen cómo Susana Villarán, por no haber hecho una lectura política, ni actuado como tal, ha tirado al tacho la oportunidad que tuvo, al ser la primera alcaldesa en la ciudad de Lima. Además nunca logró conectarse con los sectores populares y gobernó pensando más en los sectores A y B. 


No sólo ello. Se atrevió a tentar la reelección cuando dijo que no lo haría, incumpliendo su palabra. Hizo además una pésima campaña y todas sus estrategias no calaron en el electorado, ocupando un merecido tercer lugar, por su ineficiencia y pésima gestión.


Pero cuando obtuvo el triunfo – por fortuna- en las elecciones 2010 y luego obtuvo el respaldo por el NO en la revocatoria, ello significó una victoria no sólo para ella, sino para toda la izquierda, que por fin llegaba a una plaza en las urnas después de 25 años. Y ahora, en estas elecciones, cuando muerde el polvo de la derrota; esa es su derrota de ella, más no de la izquierda.


Ahí radica el primer problema de la izquierda. En no reconocer que no sólo ha perdido ella, sino toda la izquierda; sólo si se asume así, pueden tener una lectura más realista, y de esta forma se puede realizar un análisis más riguroso de lo acontecido y sobre ello re-formular estrategias de acción, recomponer institucionalidad y continuar con las apuestas progresistas, que puedan ser una alternativa para la institucionalidad democrática, es decir, construir un partido de izquierda.


Es verdad, que ha fallado no sólo en las decisiones políticas como haber hecho añicos Fuerza Social, que por cierto, no habido una evaluación seria al respecto, la alianza no tan feliz con Perú Posible y que se desmarcó del Frente amplio; pero, inclusive en esas decisiones hay corresponsabilidad y creo que desmarcarse de la responsabilidad es injusto y muestra precisamente las limitaciones institucionales.


Pero hay que colocar en la balanza otros hechos políticos que me parecen que la izquierda ha venido reivindicando y que en ese sentido se han dado pasos sustanciales. Es decir, se intentó hacer cambios en la forma de hacer política y ser una alternativa diferente a la forma demagógica y populista, intentando ordenar la informalidad, el transporte, promoción de la ciudadanía y obras de gran envergadura. También incorporó en la gestión la transparencia y la promoción de la inversión privada en favor de la ciudad.


Si bien no todo fue color de rosa en su implementación, fue precisamente porque no sólo tuvo que enfrentar al statu quo tradicional, sino a toda la rivalidad política de derecha y la propia izquierda. Porque los grandes cambios se logran si logra una coalición grande, pero para ello se requiere que todos sumen, pero todos sabemos que esto no sucedió, la dejaron decidir sola.


No hubo respuestas políticas desde la izquierda para enfrentar al rival político y defender lo que se cree. Por eso ahora dicen muy alegremente que ella perdió, lo más sensato en estos momentos, es mejor decir: que perdió la izquierda. A partir de reconocer ello se puede volver a construir una propuesta progresista y en una opción no sólo para el 2016, sino para las próximas generaciones.