El año pasado había un sentido común: se tiene que votar una vez más por el mal menor. Pero no solamente ello, sino los medios en general hacían eco lo que el establishment había logrado “establecer” en el menú electoral, es decir, se tenía que escoger entre Keiko, PPK, Alan y Toledo. Hasta allí todo “estaba bien”. Las encuestas tampoco era cuestionadas y los “partidos” (que ahora idolatran la democracia interna) se zurraban y le “sacaban la vuelta” cumpliendo las “reglas de juego” de forma “ingeniosa”, excepto el Frente Amplio y Acción Popular.
Sin embargo, también las encuestas nos daban cuenta que había un gran porcentaje que no estaban de acuerdo con este menú electoral. Por ello en su momento cuando emergió César Acuña, logró capturar la intención del voto y “representaba” el diferente; luego ante su desmoronamiento, apareció Julio Guzmán que representaba el cambio; y ante las posibilidades de la salida de ambos, podrían emerger Verónica Mendoza o Alfredo Barnechea (que también representan el cambio). Pero no hay duda que ante la certidumbre de alguna propuesta distinta al establishment surgirá la “jalada de alfombra” desde todos los flancos y para darse cuenta de ello es sólo por sentido común.
En ese sentido, me parece que no debemos pasar por agua tibia este posible veto, sobre todo quienes defendieron la democracia en 2000, tal como lo señala RMP en su artículo hoy en el diario la república. Porque ahora es Julio Guzmán. Tal vez en un par de semanas sea Alfredo Barnechea o Verónica Mendoza. Esto puede generar un mal precedente para las siguientes elecciones, donde se busque la representación antiestablishment.
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